sábado, 7 de abril de 2012

"La Bomba" (Cuento)




Por Olberg Sanz. 
www.olbergsanz.blogspot.com
2002.

Tragó el polvo que ascendía de la tierra. Pesado como una culpa ajena en traspaso, quedó tieso sobre el plano. Conforme pasaba el tiempo, la sangre brotaba de sus heridas se deslizó por su maloliente piel morena. Los dedos todavía respondían a un movimiento involuntario para botar colillas de tabaco al olvido. ¡Ese humo persistía en el pabellón 4 del retén! Criminales, violadores, terroristas, amanerados y demás gremios se le unieron para encontrar una salida. Pero la verdad era evidente. Estaban muertos en una celda sin barrotes. Salir era relativamente sencillo, como ser abusado en una ducha. Con flores en los ojos, vio entierros en soldados que marchaban alegremente hacia el portón principal. Una vez afuera, se escuchaba la carga de un fusil. Con una risa satírica, volteábase y le entregaba la muerte traicionera cual puñalada trapera incrustada en inerme e inofensiva espalda de mártir.

Sin embargo, era un destino inevitable. Quitémosle esa pañoleta, un saco de canas, un trío de arrugas faciales y diez libros menos de ideologías frustradas de igualdad social. Con certeza, sería un ciudadano más que habitaba en alguna ciudad del Departamento Atlántico de la República de Colombia. La única persona que consigue placer equivocándose perennemente, traza su destino hasta la cesión de su libertad por efecto de la decisión de una corte suprema que sucumbe en su corrupción moral.

Artista del fuego, director de la alteración del orden público, protagonista de tragedias y pánico masivo. Creador del llanto inconsolable y de la muerte a domicilio de sus clientes con tan sólo una tecla. Embaucador vil y siniestro, sacaba su ametralladora rusa hambrienta de balas para llevar el infierno a sus víctimas que desfallecían lentamente. A niveles superiores del objetivo, con precisión de cirujano, acechaba desde una rendija de cortina; apuntaba entre la muchedumbre y caía el buscado. Cuerpo a cuerpo, hundía su bayoneta que desenvainaba con velocidad y retorcía despiadadamente en las vísceras de aquel inocente. Sembró la incertidumbre en el subterráneo, realizando llamadas sin localización para advertir peligro de material explosivo.

Varias veces cayó en trampas que planeaban ingeniosos protectores de la ley. no obstante, la artimaña desbordante de límites rompía esquemas de lugares de alta seguridad. Salía sonriendo y haciendo muecas a vigilantes y demás personal de reductos penitenciarios. Quien logra asir con fiereza el poder, le da la mano a aquél que cega a la soberana voluntad de darle a cada quien lo que le corresponde.

Sabía dónde quedaría por sus acciones y a su peor enemigo le preparó una pequeña sorpresa: un último detalle que arrastraría el alma del funcionario gubernamental para una batalla infinita en el averno...





Esta asignación fue realizada para la cátedra de Redacción con Rosemary Bahamonde, durante el segundo semestre de Comunicación Social que cursé en la Universidad Monteávila (2002), basada en el escrito "La Bomba" de Luis Brito García.

Encontré el texto al recordar la página que poseía en una comunidad de escritores en internet llamada "predicado.com". Allí coloqué muchas creaciones literarias que concreté durante los primeros años de estudios universitarios.


Fuente de la imagen: 
www.google.com


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