miércoles, 17 de septiembre de 2014

La reforma pendiente: comunicación en las organizaciones


Si hiciéramos una encuesta relámpago entre nuestros allegados sobre cuál es el papel que cumplen Estado y empresa, respectivamente, con toda seguridad se relacionarían con el primero verbos como “regular” y/o “supervisar”; y “producir” y/o “ganar” con el segundo. Los estereotipos de estas dos entidades han hecho que se den por sentadas ciertas actividades –aunque no sean necesariamente ciertas– y a su vez, se tengan olvidadas otras de mayor importancia.

La reorganización, la búsqueda de la eficiencia, la transparencia y el escrutinio público son algunos de los elementos que muchos Estados en Latinoamérica han introducido en sus estructuras de modo de cumplir mejor su papel en la sociedad. Por su parte, el sector privado en general –o todo tipo de organización no pública– revisa periódicamente sus herramientas para que sean las adecuadas para enfrentar la coyuntura.

Sin embargo, existe una reforma pendiente en las organizaciones y esa es la comunicacional. El mayor uso, incluso intensivo, de la tecnología como vehículo para la transmisión de mensajes (del sector privado, principalmente) no implica que dicha reforma esté presente. Nos referimos a la evolución de procesos estrictamente informativos hacia los estratégicamente comunicacionales. Información no es lo mismo que comunicación y, aunque parezca obvio, la realidad demuestra que muchas organizaciones no lo saben.

Es imposible hablar de gobierno corporativo si la comunicación no está presente como herramienta fundamental para la gestión organizacional. La comunicación, como proceso multidireccional, articula todas aquellas condiciones que se asumen como necesarias para la existencia de la gobernanza, tanto en el sector público como en el privado.

En las organizaciones estatales es frecuente notar la ausencia de políticas de comunicación interna, delegando –y relegando– a las áreas de Recursos Humanos solo actividades de información administrativa para los públicos internos. Por ello, temas como Identidad Corporativa, Cultura Organizacional o Clima Organizacional resultan tabúes para las administraciones públicas en pleno siglo XXI.

Sin embargo, existe una reforma pendiente en las organizaciones públicas y esa es la comunicacional. El mayor uso de la tecnología -incluso intensivo en el sector privado- como vehículo para la transmisión de mensajes no implica que dicha reforma esté presente. Nos referimos a la evolución de procesos estrictamente informativos hacia los estratégicamente comunicacionales. Información no es lo mismo que comunicación y, aunque parezca obvio, la realidad demuestra que muchas organizaciones no lo saben.

En las organizaciones estatales es frecuente notar la ausencia de políticas de comunicación interna, delegando –y relegando- a las áreas de Recursos Humanos solo actividades de información administrativa para los públicos internos. Por ello, temas como Identidad Corporativa, Cultura Organizacional o Clima Organizacional, resultan tabúes para las administraciones públicas en pleno siglo XXI.

Por su parte, las organizaciones privadas centran su visión de gobierno corporativo en aspectos generalmente palpables, medibles y auditables, que posteriormente puedan reflejarse en informes o documentos públicos. No obstante, los mayores activos en esta nueva era empresarial se van desplazando hacia intangibles como la reputación y la imagen, los cuales se generan, administran y adquieren mayor valor con una adecuada gestión comunicacional.

Los estereotipos vuelven a aparecer, pero esta vez como barreras para la evolución, para la reforma. “Si viene funcionando bien ¿para qué cambiarlo?”, es la justificación perfecta para evitar la transformación. Cuando los directivos de las organizaciones son monótonos sus trabajadores se vuelven autómatas pero no implica que sus resultados sean constantes.

El buen gobierno corporativo también pasa por la aceptación de la existencia de necesidades insatisfechas, aunque estas no sean evidentes. La comunicación no es un lujo o una actividad que pueda considerarse prescindible; es la gran tarea pendiente de la gestión organizacional.


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Fuente consultada: 
Revista Stakeholders N°44, pag. 76, abril 2013, Lima, Perú.








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