sábado, 2 de junio de 2012

Del arte se destila “La identidad suspendida” (Entrevista, 2008)


Por: Olberg Sanz.
Semanario Nuevo Mundo Israelita No. 1661.
(Del 27 de junio al 04 de julio de 2008)

En su más reciente libro, publicado por Editorial Alfa, el reconocido psicoanalista hurga en el concepto de identidad a través de las manifestaciones artísticas de Armando Reverón, Arturo Michelena, Elsa Gramcko y José Antonio Ramos Sucre, entre otros

En las costas de Macuto, un pintor se instaló en su taburete de mimbre a esbozar instantes. Portando sombrero de copa, y en compañía de su amante Juanita y su mono Pancho, utilizó los materiales encontrados en el puerto de La Guaira para crear su obra pictórica. Así pues, gracias a las habilidades aprendidas en La Lonja y en la Academia de San Fernando, cada pincelada im­pre­sionista inmortalizó sus vivencias, sentimientos, ex­pe­riencias, sin darse cuenta de que convertía la pintura en el espejo donde reflejó su alma, apoyado en un ca­ba­lle­te a través del cual el ojo de Fernando Yurman viaja en búsqueda de La identidad suspendida. 

Un concepto olvidado
La curiosidad que llevó a Yurman a adentrarse en el tema de este libro emanó de una fuente académica. Según co­men­tó a Nuevo Mundo Israelita, la identidad es un asunto im­portante dentro de las disciplinas psicológicas y so­cia­les, aunque, particularmente, en el campo psicoanalítico fue olvidado hace varias décadas por el desarrollo de otros conceptos más complejos. En los últimos tiempos se ha re­cuperado, porque da cuenta de muchos fenómenos, tras­tornos y dificultades de personalidad que permiten su com­prensión.
A juicio de Yurman, lo que ocurre actualmente en Ve­ne­zuela también está vinculado a una serie de trans­for­ma­ciones de la identidad, de las referencias, de la me­mo­ria social e histórica, que hacen que este punto se vuelva muy importante para entender a cualquier persona y su me­dio.
Para su autor, este libro en sí es una “identidad sus­pen­dida y heterogénea”, puesto que se desarrolla en va­rios planos: la plástica, la literatura, el trauma y el nar­ci­sis­mo.

Identidad y bellas artes
Como se indica en la contraportada del libro, así como “una camiseta de fútbol, el azar geográfico del naci­mien­to, un género musical, una pasión política, son destinos del proceso identificatorio”, es a través de la cultura que se expresa y se ordena la identidad social de las colec­ti­vi­da­des, de las agrupaciones sociales. Para Fernando Yur­man, el arte es siempre una representación de la iden­ti­dad de la memoria de las sociedades y es por ello que ana­li­zó —a través de la creación pictórica— ciertas trans­for­ma­ciones de la identidad y el proceso histórico vene­zo­la­no.
Por ejemplo, Miranda en la Carraca (1896), de Arturo Michelena, es una gran pintura histórica para el psico­a­na­lis­ta, quien la considera “fundadora de cierta identidad ve­nezolana”, puesto que en ese óleo están retratados el pa­sado, el futuro y los ideales del siglo XIX, que son los or­ganizadores de la cultura nacional. De igual modo ocu­rre con Reverón, donde, de hecho, el debate adquiere ma­yor complejidad. En definitiva, para el autor del libro es fac­tible que en la cultura haya debate sobre la identidad.

El intrincado tejido identitario de la kehilá
Yurman aseveró que “la identidad es siempre un tema muy caro a los judíos; es uno de sus grandes temas cen­tra­les el mantenimiento de su identidad histórica a tra­vés de grandes transformaciones y de grandes perío­dos”. En el caso venezolano, explicó que hay una gran par­te de la comunidad que está vinculada a la pos­gue­rra de la Segunda Guerra Mundial; otra parte, de me­nor can­tidad de individuos, proviene de décadas an­te­riores; y hay una parte anterior, que no es visible a los paí­ses latinoamericanos. Esta parte de la comunidad per­te­ne­ce al siglo XVIII y XIX, vienen de Coro y está vin­culada a Curazao; prácticamente desvanecida, acabó por per­der su identidad.
Es un ejemplo interesante de cómo se preservan las identidades, cómo se mantienen y qué hace que duren.
Ante la pregunta de cómo ha sido el balance de la bús­queda de la identidad por los judíos que habitan en Ve­nezuela, Yurman expresa: “Existe una diferencia re­la­tiva, porque la población judía también es venezolana. Lo que sucede es que las identidades son parciales. Cuan­do la identidad intenta tratarse como individual y ab­soluta, se hace excluyente. Lo lógico es que los pue­blos tengan muchas identidades parciales y algunos ele­mentos generales que los organicen. Buscar la iden­ti­dad parcial tiene una suerte de exclusión, es parte de casi todas las identidades sociales tener una valoración de su historia, sus valores y referencias. El problema es que, cuando se exacerba, aparecen dimensiones fas­cis­ti­zadas, pasionales, que llevan a los grandes movi­mien­tos totalitarios”.
Yurman establece una comparación con el tema del narcisismo: “Una cosa es el orgullo saludable que una per­sona puede tener de su peinado, de su deporte, de las cosas que hace, y otra es una situación de exclusión de los otros, de intolerancia a los demás. No es lo mis­mo. Son dos expresiones distintas del orgullo”.

Fernando Yurman nació en Argentina. Es psicoanalista con experiencia clínica y docente en Venezuela y Argentina. Ha dictado cursos y conferencias sobre arte y psicoanálisis y publicado en diversos medios locales y extranjeros. Ha publicado textos vinculados al arte y la cultura:Metapsicología de la sublimación (1992), Lo mudo y lo callado (2000), La temporalidad y el duelo (2003),Psicoanálisis y creación (2002), Sigmund Freud (2005) y Crónica del anhelo (2005). Fue asesor del Consejo Venezolano del Niño y fundador asesor de centros de desarrollo infantil.

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