Semanario Nuevo Mundo Israelita No. 1661.
(Del 27 de junio al 04 de julio de 2008)
En su más reciente libro, publicado por Editorial Alfa, el reconocido psicoanalista hurga en el concepto de identidad a través de las manifestaciones artísticas de Armando Reverón, Arturo Michelena, Elsa Gramcko y José Antonio Ramos Sucre, entre otros
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En las costas de Macuto, un pintor se instaló en su taburete de mimbre a esbozar instantes. Portando sombrero de copa, y en compañía de su amante Juanita y su mono Pancho, utilizó los materiales encontrados en el puerto de La Guaira para crear su obra pictórica. Así pues, gracias a las habilidades aprendidas en La Lonja y en la Academia de San Fernando, cada pincelada impresionista inmortalizó sus vivencias, sentimientos, experiencias, sin darse cuenta de que convertía la pintura en el espejo donde reflejó su alma, apoyado en un caballete a través del cual el ojo de Fernando Yurman viaja en búsqueda de La identidad suspendida.
La curiosidad que llevó a Yurman a adentrarse en el tema de este libro emanó de una fuente académica. Según comentó a Nuevo Mundo Israelita, la identidad es un asunto importante dentro de las disciplinas psicológicas y sociales, aunque, particularmente, en el campo psicoanalítico fue olvidado hace varias décadas por el desarrollo de otros conceptos más complejos. En los últimos tiempos se ha recuperado, porque da cuenta de muchos fenómenos, trastornos y dificultades de personalidad que permiten su comprensión.
A juicio de Yurman, lo que ocurre actualmente en Venezuela también está vinculado a una serie de transformaciones de la identidad, de las referencias, de la memoria social e histórica, que hacen que este punto se vuelva muy importante para entender a cualquier persona y su medio.
Para su autor, este libro en sí es una “identidad suspendida y heterogénea”, puesto que se desarrolla en varios planos: la plástica, la literatura, el trauma y el narcisismo.
Como se indica en la contraportada del libro, así como “una camiseta de fútbol, el azar geográfico del nacimiento, un género musical, una pasión política, son destinos del proceso identificatorio”, es a través de la cultura que se expresa y se ordena la identidad social de las colectividades, de las agrupaciones sociales. Para Fernando Yurman, el arte es siempre una representación de la identidad de la memoria de las sociedades y es por ello que analizó —a través de la creación pictórica— ciertas transformaciones de la identidad y el proceso histórico venezolano.
Por ejemplo, Miranda en la Carraca (1896), de Arturo Michelena, es una gran pintura histórica para el psicoanalista, quien la considera “fundadora de cierta identidad venezolana”, puesto que en ese óleo están retratados el pasado, el futuro y los ideales del siglo XIX, que son los organizadores de la cultura nacional. De igual modo ocurre con Reverón, donde, de hecho, el debate adquiere mayor complejidad. En definitiva, para el autor del libro es factible que en la cultura haya debate sobre la identidad.
El intrincado tejido identitario de la kehilá
Yurman aseveró que “la identidad es siempre un tema muy caro a los judíos; es uno de sus grandes temas centrales el mantenimiento de su identidad histórica a través de grandes transformaciones y de grandes períodos”. En el caso venezolano, explicó que hay una gran parte de la comunidad que está vinculada a la posguerra de la Segunda Guerra Mundial; otra parte, de menor cantidad de individuos, proviene de décadas anteriores; y hay una parte anterior, que no es visible a los países latinoamericanos. Esta parte de la comunidad pertenece al siglo XVIII y XIX, vienen de Coro y está vinculada a Curazao; prácticamente desvanecida, acabó por perder su identidad.
Es un ejemplo interesante de cómo se preservan las identidades, cómo se mantienen y qué hace que duren.
Ante la pregunta de cómo ha sido el balance de la búsqueda de la identidad por los judíos que habitan en Venezuela, Yurman expresa: “Existe una diferencia relativa, porque la población judía también es venezolana. Lo que sucede es que las identidades son parciales. Cuando la identidad intenta tratarse como individual y absoluta, se hace excluyente. Lo lógico es que los pueblos tengan muchas identidades parciales y algunos elementos generales que los organicen. Buscar la identidad parcial tiene una suerte de exclusión, es parte de casi todas las identidades sociales tener una valoración de su historia, sus valores y referencias. El problema es que, cuando se exacerba, aparecen dimensiones fascistizadas, pasionales, que llevan a los grandes movimientos totalitarios”.
Yurman establece una comparación con el tema del narcisismo: “Una cosa es el orgullo saludable que una persona puede tener de su peinado, de su deporte, de las cosas que hace, y otra es una situación de exclusión de los otros, de intolerancia a los demás. No es lo mismo. Son dos expresiones distintas del orgullo”.
Fernando Yurman nació en Argentina. Es psicoanalista con experiencia clínica y docente en Venezuela y Argentina. Ha dictado cursos y conferencias sobre arte y psicoanálisis y publicado en diversos medios locales y extranjeros. Ha publicado textos vinculados al arte y la cultura:Metapsicología de la sublimación (1992), Lo mudo y lo callado (2000), La temporalidad y el duelo (2003),Psicoanálisis y creación (2002), Sigmund Freud (2005) y Crónica del anhelo (2005). Fue asesor del Consejo Venezolano del Niño y fundador asesor de centros de desarrollo infantil.
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